jueves, 8 de abril de 2010

Mineros uno

Caminas todavi­a entre si­lice y cal,
entre martillos
con lacerado pulmon que te acompaña
en la tos terminal de tu apellido.

¿Subes acaso, desgastando sueños
que en cachorro de ruido y polvareda
encoraginan puños y adjetivos?Atento ante la muerte,
drasticamente amortajado un hueso
reseco en sus rai­ces
enumeras tu pan y las heridas
de tu famoso grito,
de tu rabia inconclusa
y la predica inmemorial de tu andadura.

Subes o bajas desbastando sombras
con la luz consecuente de lentos lamparines,
te lleva de la mano un salario agostado
y te llevas tu mismo y sin pretextos
como tapa de tumbas desmedidas.

Esta tu grito tenso,
tu joroba ancestral,
la tenaz ilusion de hollar la roca
sin macular sus sacras desnudeces,
esta el traji­n de tus zapatos
cloqueando en los charcos de tus charcos.
Sin embargo prosigues,
martillo de ocho libras, barreta, dinamita,
como puñal sangrante en medio de la veta
vistiendo de crepusculos
el tendon magistral de tu estatura.

Sin embargo prosigues,
yugulada tu voz entre las sombras,
tributario de ori­genes, nictalope veraz,
locura sin retorno entre cristales
de venenosos filos trasnochados.

¡Cuanto mas! Un salario de alcoholes edifica
catastrofes de coca,
secretos rituales, donde la muerte misma
empieza a retejer sus misereres.

Sin embargo prosigues,
cerrado a cal y canto en tus angustias,
debajo de tu piel un puño alzado,
debajo de tu piel el hambre y los fusiles.

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