Cuando siento en los tropicos que arde
calor fecundo -ese halito de horno
que comienza en las horas del bochorno
y se suaviza apenas en la tarde-
suelo evocar tu voluptuoso alarde
y trazar en mis sueños tu contorno,
que se exhibe ante mi sin que un adorno
profanador tu desnudez resguarde.
La inclemencia del sol es siempre menos
que tu propia inclemencia, amada mia,
ya que duerme un volcan bajo tus senos;
y por eso, en mis siestas, tu hermosura
es la mas ardorosa fantasia
de la imaginacion de la Natura.
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