jueves, 29 de abril de 2010

SIESTA DE AMOR


Cuando siento en los tropicos que arde
calor fecundo -ese halito de horno
que comienza en las horas del bochorno
y se suaviza apenas en la tarde-

suelo evocar tu voluptuoso alarde
y trazar en mis sueños tu contorno,
que se exhibe ante mi­ sin que un adorno
profanador tu desnudez resguarde.

La inclemencia del sol es siempre menos
que tu propia inclemencia, amada mi­a,
ya que duerme un volcan bajo tus senos;

y por eso, en mis siestas, tu hermosura
es la mas ardorosa fantasi­a
de la imaginacion de la Natura.

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